sábado, octubre 16, 2010

Ahora la de seis, el miedo de su maestro y la Ley de Autoridad del Profesor

Sobre la experiencia escolar de mi hija pequeña, de seis años, tendría que escribir otro posteo en parecidos términos al de hace unos días, pero éste tiene porvenir menos prometedor porque mi hija tiene un profesor RANCIO. En un centro de Primaria que trabaja con éxito los aprendizajes instrumentales, que a veces parece que apuesta por otra escuela (cuando hace festivales -gracias a un montón de padres entusiastas-, pero rápidamente se le pasan las ganas), con un profesor de Primaria novato, pero no nuevo, sino antiguo -¿un ejemplo de los casi 5000 que he ayudado a formar en 18 años?-, blindado su miedo de novato en el reglamento de régimen interior y la colección de circulares de la administración educativa que sólo él conoce, que da positivos y pegatinas con smileys en una escuela que olvidó la globalización porque como hay especialistas tiene: un profe de ciencias en Inglés (el invento de Esperanza para la comunidad de Madrid), una profe de Lengua (para un tercio de niños es quien les enseña a leer y escribir, los otros aprendieron en casa o en el Preescolar), una profe de Música (hay que ir con calcetines antideslizantes porque si no se estropea el parquet de la sala de música), un profe de Educación Física... y tienen jornada continua (cinco horas seguidas de clase)... taylorismo en la escuela, escuela-fábrica...
No sé cómo liga todo esto con el uso integrado de computadores en la escuela. Me parece que no tiene forma de ligar. Es que es casi imposible que llegue a ligar. No se me ocurre un final esperanzado con minúscula. Sólo puedo desear que en el cambio de ciclo que llegará dentro de 2 años me corresponda otro maestro o maestra, con algo menos de miedo. El miedo es muy malo para todo.
En la Comunidad de Madrid piden respeto para los profesores, a los que les confieren autoridad. Mi respeto por el trabajo de los colegas, educadoras, maestras, profesoras, que han organizado espacios de aprendizaje es grande, va más allá de que sea mi campo profesional o de que haya 8 docentes en mi familia. Vaya mi respeto por quienes los organizan para mis tres hijas. Si quieren respeto no hagan una Ley de Autoridad del Profesor. La cartelería promocional de la Ley que se ve desde el tren o el coche cuando viajas por la Comunidad no tiene desperdicio, de tan relamida. El vídeo es del mismo tenor.

Si quieren respeto bastaría con que no les bajen el sueldo a los profesores. Denles recursos en forma de personal de apoyo para no sobrecargarlos, para atender la diversidad, para reforzar (así sí). No metan a 24 niños de seis años en un aula de 5 x 5 metros con las persianas bajadas sentados en tres islas de a 8 niños la isla. No metan a otros en aulas prefabricadas (también lo he vivido). No generen más normas y con más normas más miedo. Eso sí que sería una política activa de respeto a los docentes. Mi hija de 6 años se lo agradecerá.
P.S. Preparando mi curso sobre deontología profesional del Máster TIC de la UAM, leo a Nel Noddings: "el éxito académico sin afecto es moralmente vacío". Es una frase enorme: el ejercicio profesional docente incluye la creación de relaciones de confianza mutua, para enriquecer a todos, aportar valores y actitudes y dar calidad al comportamiento. Qué mayor autoridad que la moral, y que moralidad más fuerte que la surgida del afecto. Ójala viviera David Sacristán...

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