jueves, abril 29, 2010

En medio párrafo

Si formamos a futuros docentes en un aula de informática durante 45 horas intensivas de sus primeros años como aprendices de maestro, deberían reconocer las posibilidades de las TIC, incorporar las TIC a su enseñanza y estar motivados para aprender nuevas cosas por sí mismos.
Sin embargo esto no funciona así. Las razones son variadas.
Las administrativas son bien conocidas: las carencias, los retrasos, las trabas en las escuelas.
Las culturales, del centro o el departamento, suponen que debe haber un proceso de maduración de convivencia de la comunidad con las TIC.
Las de índole práctico se refieren a que utilizar ordenadores requiere tiempo para experimentar, poder aplicarlo en las escuelas requiere que los aprendizajes realizados y las posibilidades observadas estén claramente vinculadas con el currículo que se va a desarrollar.
Las relacionadas con la naturaleza de la formación recibida son importantes. Asumir que los docentes y los estudiantes son co-aprendices, participan en un proceso de investigación en plano de igualdad con las herramientas. Eso debe pasar en las facultades de educación para que pase en los colegios.
Pues todas estas reflexiones, con algún aderezo personal, forman parte de medio párrafo de un artículo que firma Niki Davis (ya bien curtida en esta guerra de las TIC y en un viaje por diversos países anglosajones) y Donna Morrow en un artículo de pago en la revista Educational Action Research. Si eres estudiante de universidad seguro que la puedes leer gratis accediendo desde tu cuenta de la universidad. Merece la pena.
A todo esto, comentando con colegas que enseñan Física en la Universidad, dicen que en un laboratorio docente se meten 3 profesores con 40 estudiantes. Nosotros, en la UAM, somos uno para 30 o 40 estudiantes, pero todavía tenemos que convencer a algún iluminado de que por mucho que les pongamos a mirar YouTube, 70 son demasiados para un solo profesor. Y es que los que formamos docentes en TIC a veces nos olvidamos de lo que predicamos, y pensamos que los cacharros tienen suficiente magia para hacer que todo sea posible. A veces conviene hablar con los colegas, o leer algo realmente bueno.

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