Acaba el semestre y en el Máster TIC en educación dela UAM
hemos investigado una vez más sobre nosotros, gente interesada por transformar
la educación con tecnología, un colectivo particular de gente joven, alrededor
de los 24 años, y mayoritariamente femenino.
Se trata de enfrentarnos con todos nuestros monstruos, desde
la mala netiqueta y el plagio y a la ira y el sexo en las redes, y ver cómo nos
relacionamos con todo ello pero, sobre todo, saber qué interrogantes nos surgen
en las distintas dimensiones éticas de la profesión de tecnólogo educativo cuando
generamos un proyecto con otros profesionales y estudiantes, en una escuela o a
distancia, o cuando producimos material didáctico. La idea es si podemos
aprender de posibles lastres, transformar eso y cómo nos debemos trabajar,
El número de proyectos de investigación sobre nosotros
mismos siempre es pequeño para la cantidad de problemas que enfrentamos.
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Cómo percibimos la sexualidad en las redes. De
alguna forma el sexo, como el juego, están latentes en la vida en internet,
pero no son temas de los que hablemos mucho entre educadores. Y vemos tres
rasgos que nos pasan a nosotros mismos: la sexualidad está limitada a necesidad
de cercanía física, genitalizada (particularmente entre varones) y, cuando es
intercultural, está vinculada a estereotipos de las otras culturas. ¿Habrá que
trabajarse más en lo emocional y lo corporal para ser tecnólogo educativo?
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Cómo viven los tecnólogos educativos la identidad
digital. Se trata de un tema sobre el que predicamos y que solemos haber
trabajado previamente. Sin embargo, en un experimento con los compañeros, se
observó que los futuros tecnólogos no leen pantallas y cuidan poco su
privacidad. ¿Será fruto del optimismo tecnológico?
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Qué entienden por uso saludable de dispositivos
tecnológicos los tecnólogos educativos. Preocupados por la dependencia de los
dispositivos y las redes, al estudiarnos vemos que nuestra relación con ellos
es similar a la que muestran los estudios de la AIMC para la población general.
Sin embargo, observamos que nos mostramos más críticos con nuestra dependencia cuanto
más jóvenes somos. ¿Lo estaremos haciendo bien en las escuelas? ¿Deberíamos mostrar más apego a los dispositivos que la población
general?
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La vivencia de la censura es un tema particularmente
conflictivo para colegas que nos acompañan de países como Cuba y China. Pero al
preguntarnos sobre su incidencia en nuestras vidas, descubrimos que es un tema
no tan lejano, posiblemente auto-modelados y autocensurados por el contexto que
nos toca vivir. Y vemos que nos cuestionamos los mensajes que lanzamos en las
redes. Nos sentimos libres, pero también nos autocensuramos. ¿Cómo generar una
cultura de libertad en los proyectos que ponemos en marcha?
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Cómo está nuestra autoestima con el uso de las
redes sociales. Parece que los estudiantes más jóvenes dependen más de la
imagen que proyectan en las redes que los más mayores. ¿Tendremos que esperar a
ser muy mayores para aceptar que no nos muestren aprecio? ¿Cómo influye esta
cultura de la autoestima en la generación de procesos participativos dentro de
cursos y otros materiales?
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