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martes, julio 24, 2012

Michel Maffesoli, las TIC y otra forma de valorar la construcción del conocimiento

No me apunto al alborozo público por las TIC en educación, ni en la educación escolar ni en la universidad. Que me gustan, como el primer día. Pero me puede el académico que llevo dentro, las dudas y las incertidumbres que se me abren, actitud que me ocasiona algún disgusto tanto entre quienes son ya defensores como entre quienes me escuchan esperando argumentos de peso.
Reconozco, quizá en la base de mi escepticismo, que me cansan las profecías sobre el futuro de la sociedad gracias a Internet (llevamos leyéndolas desde principios de los noventa) y las teorías explicativas que las envuelven o las superan. Me cansan porque son ejercicios donde la metáfora que utilizan no puede ser la explicación de la realidad sino eso, una metáfora. Buscando una teoría explicativa, se introducen preguntas sobre qué deparará el final de la confianza ciega en el progreso de la humanidad que era la ciencia, y el final de la modernidad. Con bastante frecuencia aparecen exhibiendo algún enfado -lo que también me cansa-, y nos sitúan a todos como estúpidos y manipulables conejos, que no humanos. Estos ejercicios son novelas de anticipación, pero a diferencia de las novelas de Verne -uno de los inventores del género- las máquinas o conocimientos no luchan contra el desastre y el mal, incluido el maquinismo, directamente nos han atontado. Entonces empieza el concurso de ideas para salvarnos -lo que me espeluzna-.
Para algunos el triunfo de la razón no está en duda. Piensan que la construcción del conocimiento por la ciencia gracias a la razón nos seguirá salvando. Su propuesta es volver a una sociedad que calculo que es la de Newton, en plena campiña inglesa y antes de las guerras napoleónicas. Ignoran, desgraciadamente, que por ese camino llegamos a los terrores del siglo XX (el fascismo, el gulag, la bomba, el mar contaminado), donde hay un montón de racionalidad supurando por mangueras y tuberías que ha hecho posibles tales terrores.
Para otros hay una reconsideración de la propia construcción de la ciencia en relación con nosotros, los humanos, que la utilizamos y en cuya elaboración podemos participar.Entre psicólogos sociales y sociólogos está esta búsqueda. 
Me ha impresionado, a pesar de lo que dije al principio, Gergen y su "El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo" (1991) (Barcelona: Paidós, 2006), quien ha venido a explicar qué le pasó a nuestra sociedad desde la irrupción de la televisión y el abaratamiento de las comunicaciones, sin haber llegado a conocer la dimensión reciente de Internet, la telefonía móvil o las compañías aéreas de bajo coste. Las consecuencias para la construcción del conocimiento científico tienen que ver con la reivindicación de la construcción de conocimiento a través de diversas narraciones.  
A los efectos de la reconstrucción del conocimiento sobre el mundo, Bauman y su modernidad líquida (2000) (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2003) desgraciadamente se han convertido en un eslogan de varias teorías explicativas sobre lo que por momentos parece un ajuste de cuentas -así somos los académicos- con el tipo de vida a la que nos condujo la sociedad de consumo, y las dificultades para recomponer el sentido de lo humano en este tiempo. 
Michel Maffesoli (del que se puede conocer un perfil algo más completo en InfoAmérica) es uno de los grandes pensadores -con la apostura de John Dewey, no me resisto a decirlo- que ha trabajado el tema de las tribus urbanas, una metáfora de las culturas juveniles, la sociedad de consumo y el elogio del conocimiento ordinario.
Es un sociólogo prestigioso en su propio país, que escribe en los periódicos y acude a la tele, y se convierte en un "hombre de acción" toda vez que habla de todos los temas emergentes, moral y deontología, religiosidad, sectas, el político histórico que fue el presidente de la República, sociedad y comunidad, una explicación del mundo, como corresponde a un sociólogo, a un universitario. Es posible rastrear su pensamiento en la revista Societés, de la que es director. 
Al hablar de conocimiento ordinario, este pensador reivindica un conocimiento que va más allá de lo meramente racional, y tiene en cuenta un pensamiento que incorpora lo emotivo, lo pasional: "la rehabilitación de la cotidianeidad y de la sensibilidad en la razón, que rechaza el concepto y sugiere la toma en cuenta de la emoción en el conocimiento para que  no se olvide que ciertas ciencias llamadas humanas sólo lo serán a este precio", lo que dicen al presentarle en el Centro de estudios sobre lo actual y lo cotidiano, que preside. Quizá no hay ciencia si no hay una consideración de humanidad, pero supongo que ese es otro debate.
El acento en lo emocional es reivindicar lo que las cosas son más que lo que deben ser, lo que es un desafío a la forma en que el conocimiento se ha venido construyendo, como algo prescriptivo. Es, pues, un giro epistemológico que incluye lo sensible, el cuerpo y la intensidad de las relaciones, y que afecta a la percepción de las grandes manifestaciones de masas y el papel de Internet en la construcción de lo cotidiano, pero que tiene implicaciones en la educación, que es una base de lo social. Los profesores estamos algo lejos de estas manifestaciones, recuerda Fabián Sanabria, que lo tuvo por toda Colombia dando conferencias. Hay una pedagogía horizontal, que Maffesoli identifica. Las TIC en educación tienen unas enormes posibilidades, pero la epistemología que estamos implicando las maneja de otra forma con estos planteamientos.

Todo esto porque queremos reivindicar la construcción de conocimiento por los estudiantes universitarios como algo que no es simplemente deseable para los futuros maestros -a lo que me dedico, de lo que Chris Bigum ha hablado mejor que yo -, sino que debería ser una vía preferente en la didáctica universitaria. Ójala podamos contar con él en las III Jornadas sobre la relación pedagógica en la universidad. Desdibujando fronteras, buscando puntos de encuentro. UAM (Madrid), junio de 2013.